La Virgen Blanca

NUESTRA SEÑORA DE LAS NIEVES, patrona de LA CIUDAD DE Vitoria y protectora de Roma


· Grandes devotos
· La devoción a la Virgen Blanca en Vitoria
· El Museo de los Faroles
· La iglesia de San Miguel Arcángel
· La Coronación de la Virgen Blanca
· Himno a la Virgen Blanca


EL MILAGRO DE ROMA, ¡NIEVE EN VERANO!

En el siglo IV d.C. vivía en Roma una piadosa pareja. Él se llamaba Juan Patricio mientras que el nombre de su esposa se desconoce. Habían sido bendecidos con abundancia de bienes y también de fe. Sin embargo, su gran dolor era no tener hijos con los que compartir sus dones. Durante años habían orado por un hijo y heredero.

En esta situación pasaron muchos años sin resultado alguno. Por fin, decidieron nombrar como heredera a la Santísima Virgen y le rezaron con devoción para que los guiara en la asignación de la herencia.

Nuestra Señora les agradeció sobremanera este gesto y la noche del 4 de agosto se apareció (¿en sueños?) a Juan Patricio y a su esposa. María les dijo que deseaba que construyeran una basílica en el Monte Esquilino (una de las siete colinas de Roma), en el punto preciso que Ella señalaría. Por la mañana, el matrimonio acudió a contar lo sucedido a su confesor, ni más ni menos que el Papa Liberio. Para sorpresa de todos ellos, el Papa aseguró haber recibido de Nuestra Señora el mismo mensaje.

LA NIEVE CUBRIÓ EXACTAMENTE
EL LUGAR QUE DEBÍA SER UTILIZADO
PARA LEVANTAR LA BASÍLICA

Esa mañana –5 de agosto–, mientras brillaba el sol en pleno verano, la ciudad quedó sorprendida al ver un terreno nevado en el Monte Esquilino. La pareja, feliz, se apresuró al lugar y el Papa Liberio marchó hacia el mismo en solemne procesión. La nieve cubrió exactamente el espacio que debía ser utilizado para levantar la basílica y desapareció una vez señalado el lugar. Pronto se construyó la Basílica de Santa María la Mayor.

GRANDES DEVOTOS DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

El Papa Liberio buscaba una imagen de la Santísima Virgen que fuera digna de esta espléndida Basílica. Él mismo donó la famosísima Madonna ‘Nuestra Señora y el Niño’, la cual –según la tradición–, había sido pintada por San Lucas sobre una gruesa tabla de cedro de casi cinco pies de alta y tres y un cuarto de ancha, y llevada a Roma por Santa Helena. Esta obra es venerada en el oratorio pontificio.

A lo largo de los años, el pueblo de Roma ha sido muy devoto de la Madonna. Cada vez que Roma se encontraba en peligro de calamidades o de pestilencia, corría en bandadas al santuario de Nuestra Señora para pedirle auxilio. La imagen era llevada en procesión solemne con gran devoción. La Virgen Santísima les demostró ser una poderosa protectora con grandes milagros.

Durante el pontificado de San Gregorio el Grande, una peste terrible arrasó con la ciudad de Roma. El Pontífice ordenó que se hiciera una procesión penitencial desde Santa María la Magiore. El mismo Papa llevaba una estatua de la Virgen. Durante la procesión 80 personas murieron pero el pontífice continuaba sus oraciones. Cuando llegaron al puente que cruza el río Tíber, escucharon cantos de ángeles en el cielo. De pronto, sobre el castillo (que hoy se conoce como “de San Angelo”), se apareció el arcángel San Miguel. En su mano derecha llevaba una espada que metió en su vaina. En ese mismo instante cesó la peste.

LOS PAPAS SIEMPRE HAN SENTIDO
UNA TIERNA DEVOCIÓN POR
ESTA IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA
LA VIRGEN MARÍA

En la actualidad, esta advocación se le llama Nuestra Señora, Protectora de Roma o Auxilio del Pueblo Romano. El Señor también ha obrado milagros –por medio de la Santísima Virgen– a través de numerosas réplicas, particularmente sobre una que pertenecía a los Padres Jesuitas.

Los Papas siempre han sentido una tierna devoción por esta imagen de la Virgen María. Algunos han pasado incluso noches enteras en oración ante ella. Benedicto XIV hizo el compromiso de hacerse presente para el canto de las letanías de Santa María la Mayor todos los sábados. El Papa Pablo V, la noche en que iba a morir, manifestó el deseo de que lo llevaran a la capilla de Nuestra Señora para así poder morir a sus pies.

En 1181 el rey de Navarra Sancho VI ‘el Sabio’ fundó ‘Nueva Victoria’, sobre una aldea conocida como Gasteiz. La gran devoción que Sancho el Sabio y su familia mostraron a la Virgen Blanca en Navarra acredita la creencia de que la extendieran a Vitoria.

LA DEVOCIÓN A LA VIRGEN BLANCA EN VITORIA

Del estudio efectuado por el benemérito erudito Venancio del Val extractamos lo siguiente: “Fundamentalmente se cree que el origen de la devoción a la Blanca en Vitoria provenga del mismo tiempo de la fundación de ésta por el rey Sancho el Sabio, que es a quien se atribuye la introducción de aquélla.

Así lo sostiene Manuel Díaz de Arcaya en sus Leyendas alavesas; y confirma Jesús Izarra, en La Patrona de Vitoria y su primera Cofradía. Y principalmente lo argumenta Ángel de Apraiz, en su Origen de la advocación e imágenes de la Virgen Blanca. A la época de Sancho el Sabio atribuye la imagen de Santa María la Blanca en la Catedral de Pamplona. Impone el mismo nombre a su hija, y consta que su esposa, doña Sancha, regaló una imagen de la Blanca a la ermita de Ujue, relacionada con otro monasterio navarro, el de Marcilla, donde también se veneraba a Nuestra Señora la Blanca.

Sugiere el mismo Apraiz la posibilidad de que esa devoción fuera luego afirmada por el canciller Pedro López de Ayala, de quien está probada que la tuvo a la Virgen Blanca. Cuando en su Rimado de palacio se refiere a la “imagen blanca” de Toledo o de Quejana, nada extraño tiene que recordara a la que, según la hipótesis del citado Apraiz, pudo deberse a él que fuera colocada en el exterior de la iglesia de San Miguel. Por otro lado quiere ver alguna relación de la Virgen Blanca en la devoción que también manifiesta, mencionándola en sus Cantigas, Alfonso el Sabio, que permaneció buena temporada en Vitoria.

Los cambios de lugar de la primitiva imagen, de donde en principio estuvo a donde luego se le trasladó y hoy permanece en el exterior de la mencionada iglesia de San Miguel, los considera Angel de Apraiz como reveladores de la devoción creciente de los vitorianos a la Virgen Blanca, al situarla en cada época en el sitio más adecuado para recibir el homenaje de la Ciudad. Efectivamente, coincidía el traslado con el desmonte de los terrenos del Campillo al Arrabal para construir la Plaza del Machete y el paseo de los Arquillos, por donde se uniría la Villa de Suso con la parte baja de la población, para ir formando la Ciudad moderna.

El citado autor relaciona nuestra Blanca con otras imágenes del mismo nombre que se encuentran en el camino de peregrinos del que Vitoria forma parte; principalmente en ese tan importante que, a mediados del s. XVI, unía los puertos de Laredo y Castro Urdiales con el Ebro y con Vitoria. En la segunda de estas poblaciones fue descubierta todavía hace pocos años, en 1955, una bella imagen del s. XIII. En la otra hemos visto también la imagen que, junto a uno de sus antiguos arcos, dio nombre a la misma calle donde se encuentra.

Colá y Goiti sostiene que la devoción a la Virgen Blanca comenzó en el s. XVI, reconociendo que ha sido en los últimos siglos cuando los vitorianos le han consagrado piadosa y singular devoción. “Tan profundamente estuvo y está arraigado ese culto y devoción en el sentimiento público -dice Ladislao de Velasco en sus Memorias del Vitoria de antaño- que hasta llegó a sintetizar la condición de vecino de Vitoria en uno de esos dichos populares que se atribuye a los bilbainos, cuando preguntaban, imitando el tonillo especial y peculiar de Vitoria: “¿Has visto la Virgen Blanca? ¿Has comido cochochos?” La Virgen Blanca y los almíbares o dulces eran la más genuina expresión, la nota más característica del Vitoria de aquellos días”.

Díaz de Arcaya opina que la construcción de la imagen de la Virgen Blanca del exterior de la iglesia de San Miguel pueda pertenecer al s. XV. La noticia más remota proviene, al entender de Jesús Izarra, del año 1517, con la fundación de la capilla de Misa diaria, en la Parroquia de San Miguel por Andrés Pérez de Elorriaga y María Martínez de Adurza, su esposa, cuya capellanía se menciona en el Libro de Capellanías, hallado por Emilio Enciso, y a cuya fundación ya aludían Saturnino Apraiz y Arcaya, y de la que también se había ocupado Angel de Apraiz.

José Joaquín de Landázuri, en su Historia Civil y Eclesiástica de la Ciudad de Vitoria,escribía en 1780: “Es singular en la parte exterior de esta Iglesia (la de San Miguel) la tierna devoción que obsequiosos rinden todos los individuos de esta Ciudad a un primoroso Simulacro de la Reyna de los Ángeles, baxo el título de la Virgen Blanca”. Esta devoción hizo que, aparte de la consideración que se le concedía en toda la población, fuera tenida por particular Patrona por algunas vecindades vitorianas: la del Arrabal, que siguió en la de Postas; la primera de la Correría y la de Castilla y sus inmediatas.

Si arraigada estuvo al constituirse su primera Cofradía, a principios del s. XVII, debió pasar a un período de alguna decadencia, hasta que llegaron otros en los que fue intensificada dicha devoción. Uno de esos períodos se inicia hacia finales del primer cuarto del s. XIX llega hasta mediados, con una mayor intervención oficial por parte del Ayuntamiento en los cultos que a la Virgen Blanca le son tributados; se reproduce a fines, con las primeras iniciativas para solicitar la declaración de su Patronato canónico.

Ya en el plano que el arquitecto Justo Antonio de Olaguíbel redactó por orden del Real y Supremo Consejo de Castilla, a principios del XIX, se nombra la actual Plaza del Machete como ‘Plazuela de la Blanca’, cuya imagen había estado frente a dicho lugar. Como también se ha solido llamar ‘Callejón de la Blanca’ al que existe en la plaza que hoy ostenta oficialmente esta denominación, a la entrada de la de España.

«SEÑALA POR PATRONA DE LA CIUDAD A
NUESTRA SEÑORA DE LAS NIEVES, QUE ES
EL DÍA 5 DEL PRÓXIMO MES»

La devoción a la Virgen Blanca creció en los años siguientes, hasta el momento actual. El año 1921 se consigue, por fin, la declaración del Patronato canónico. Pero esto venía a ser una consecución oficial, aunque deseada por todos los vitorianos. Porque, a pesar de ello, las funciones en honor de la Virgen Blanca y los actos populares con los que se le honra no se desarrollaban con tanta concurrencia como la que hemos logrado ver unos años después; a partir del año 1934, y más manifiestamente algunos años siguientes, que es cuando aquel íntimo y no muy concurrido Rosario de la Aurora, cuyos cánticos acompañaba un pobre bombardino (…) adquiere una asistencia cada año mayor de vitorianos, hasta convertirse en verdadera masa y como piedra de toque del vitorianismo y del “blanquismo” de los vitorianos. Y es entonces cuando la devoción a la Virgen Blanca adquiere una mayor reciedumbre”.

Aunque posiblemente ya en el siglo XV se hallara establecida una Cofradía, la crónica de la Cofradía de Nuestra Señora la Virgen Blanca comienza en el siglo XVII. El 17 de junio de 1613 es considerada la fecha de la Fundación. Ese día ante el escribano público Pedro Beltrán de Nanclares, comparecieron por una parte Don Manuel de Urbina, cura de la Iglesia de San Miguel y Antonio de Maturana, mayordomo fabriquero y, por la otra, los 16 cereros. En dicha reunión se tomó un acuerdo y se firmó el convenio entre la Parroquia de San Miguel y la Cofradía de la Virgen Blanca por la que la Iglesia hacía donación a los cofrades “del sitio de nuestra señora la Blanca que esta a espaldas de la capilla de la cruz, que esta fuera de ella” para instituir, asentar y fundar en la dicha capilla la cofradía. Por su parte la Cofradía se comprometía a que las limosnas que se recogieran en esa capilla los días jueves y viernes santo de cada año debían ser para la Iglesia de San Miguel. En el mismo acuerdo se señalaba que las misas votivas y devociones de la Cofradía debían ser en el Altar mayor o en la capilla que ordenara la Cofradía.

El lugar en el que la Cofradía rendiría especial culto a la Virgen Blanca sería, por tanto, en la hornacina que existía en el muro exterior de la Iglesia de San Miguel, el que daba a la parte Este. Allí desde hacía tiempo se veneraba por el pueblo la imagen de la Virgen Blanca. Recibiendo desde entonces el nombre de Cofradía Virgen Blanca. La primera reunión de la recién creada Cofradía tendría lugar el 21 de julio de 1613, en la casa de Pedro Ruiz de Barrón, en esa junta eligieron los primeros cargos y en prueba de ello, en el libro de actas dejaron sus firmas los cereros presentes. Además de la firma dejaron improntadas en el papel, el sello con el que sellaban la cera que elaboraban, sello que era utilizado como prueba de calidad de la cera que vendían.

El primer libro de actas de la Cofradía conserva las firmas de los cereros y junto a ellas las huellas en tinta negra de los sellos de su oficio. Al año siguiente en 1614 aprueban las primeras ordenanzas por las que se iba a gobernar la Cofradía.

Con posterioridad a esa fecha hubo algunas cofradías que vienen a demostrar la permanencia de la devoción a la Virgen Blanca entre los vitorianos. Una de ellas, integrada por algunas vecindades inmediatas a la iglesia de San Miguel Arcángel, en la que siempre ha recibido culto esta advocación. Otra, con el fin específico de cuidar el alumbrado de su hornacina. Hasta la fusión de ambas el año 1927 en la única actual.

LA COFRADÍA EN EL SIGLO XXI Y EL MUSEO DE LOS FAROLES

El colectivo estuvo integrado en principio tan sólo por cereros aunque pronto fueron admitidos hombres y mujeres ajenos a esa profesión. La Cofradía tiene la sede en la zona medieval de Vitoria-Gasteiz (calle Zapatería nº 33) y entre las actividades desarrolladas destaca la organización de los actos dedicados a la Virgen durante las fiestas patronales del mes de agosto (Auroros, Novena, Vísperas, Salve, Procesión de los Faroles, Rosario de la Aurora y Misa Pontifical).

La riqueza de los faroles y carrozas que componen el Rosario de Faroles recibe la admiración de los vitorianos una sola vez al año, en la noche del 4 de agosto. La Cofradía consideró necesario mostrarlos de manera continuada y propuso la creación de un Museo de Faroles que vio la luz en el año 2000, una vez completada la restauración de todos los elementos de la Procesión y la del edificio en el que estaban almacenados.

Horario del Museo

  • Abierto de lunes a sábados, en horario de 11:00 a 13:00 horas
  • Cerrado del 31 de julio al 15 de agosto
  • Horario especial del 1 al 9 de agosto: mañanas, de 11:00 a 13:00 h y tardes, de 18:00 a 20:00 h.

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LA PRIMERA IMAGEN Y SU HORNACINA

La primera representación de la Virgen Blanca en Vitoria de la que se tiene constancia es la bella imagen de piedra policromada –2,07 metros de altura–. A ella se refiere la historiadora Micaela Portilla cuando señala “parece gótica de la segunda mitad del s. XIV”, sin afirmarlo rotundamente por la falta de fuentes documentales. Portilla explica que determinas características artísticas inducen a descubrir en ella influencias renacentistas. Otros textos mencionan reminiscencias del XIII en lo tocante a la disposición del hijo, frontalidad, cabeza de la imagen, etc. Tampoco se conoce con exactitud el primer espacio que ocupó esta imagen de Nuestra Señora la Virgen Blanca.

A mediados del siglo XVI, cuando se construyó la cabecera del templo, se colocó a espaldas de la capilla que hoy es la Sacristía, muy cerca de donde se instaló ‘el machete vitoriano’. Allí permaneció hasta 1788, fecha en la que pasó a su actual ubicación frente a la plaza de la Virgen Blanca junto con la hornacina. Esta hornacina que la cobija, de estilo neoclásico, fue construida en 1761 por Francisco Echanove con mármol de Mañaria, quedando ubicada en el emplazamiento anterior al actual, el parteluz de la portada de la iglesia de San Miguel de Vitoria.

El 8 de marzo de 1982, un acto vandálico destrozó la imagen de la Virgen Blanca. La crítica situación de su estado de conservación impulsó al Ayuntamiento de Vitoria, Diputación Foral de Álava, Obispado y cofrades de la Virgen Blanca a unir esfuerzos económicos e iniciar un gran proyecto de restauración y creación de una réplica de la misma.

En la actualidad, la talla de piedra policromada original (s. XIV) de la Virgen Blanca, patrona de Vitoria Gasteiz, puede visitarse restaurada en el en el Museo Diocesano de Arte Sacro, en el espacio correspondiente a la capilla de Álava, presidiendo una sala, junto al escudo del territorio, bajo la vidriera donde ella misma está representada flanqueando, junto a la Virgen de Estíbaliz, a San Prudencio, patrón de Álava.

LA PARROQUIA DE SAN MIGUEL ARCÁNGEL

Corresponde la paternidad del templo a Sancho el Sabio de Navarra, quien al dar fuero a Vitoria en 1181 señaló a San Miguel como iglesia juradera. En esta iglesia los gobernantes vitorianos eran elegidos y juraban sus cargos “delante de la puerta de San Miguel como era costumbre” (Real Cédula de Fernando IV de 1312).

De planta rectangular con tres naves, cabecera ochavada y dos capillas absidales laterales. Su parte más antigua, gótica, es de las últimas décadas del s. XIV o principios del s. XV. En total son ocho las capillas laterales, una de ellas alberga la imagen de Nuestra Señora la Virgen Blanca.

La Capilla Mayor fue construida en 1560 por Pedro de Elosu, ochavada con bóveda de estrella que cuenta con 37 claves. El actual retablo mayor de la Iglesia, el tercero del que se tiene noticia, es obra de Gregorio Hernández (1624-1632). De extraordinaria imaginería ocupando la parte central la figura de San Miguel. De estructura renacentista, un barroco incipiente se abre en su decoración.

El pórtico es posterior al templo, al que se da acceso a través de dos grandes arcos abiertos a la Plaza de la Virgen Blanca, en cuyo machón que los separa se halla colocada la imagen de Nuestra Señora la Virgen Blanca.

LA CAPILLA

En el interior de la Iglesia de San Miguel se encuentra la Capilla de la Virgen Blanca, mandada construir en 1566 por Pedro González de Zárate. Durante el siglo XIX pasó por importantes restauraciones. De la realizada en 1893, bajo la dirección de Fausto Íñiguez de Betolaza, se conserva la decoración de las paredes con los murales alusivos al milagro de las nieves en el monte Esquilino de Roma, realizadas por el pintor Juan Daniel Alba.

El retablo de 1924 es obra de la casa Apellániz y Compañía. La sillería, de la misma fecha, lleva la firma del taller de José López Goicolea, con el gran escultor valenciano afincado en Vitoria, José Marín Bosque; y la reja de la entrada es creación de Francisco Torras. La imagen de la Virgen Blanca, símbolo de la devoción que los vitorianos tienen a su Patrona, es obra de Alejandro e Inocencio Valdivielso, y pintada por Bartolomé Vasco. Se colocó en la capilla en el año 1854.

EL PATRONAZGO

Si bien la Virgen Blanca no estaba oficialmente reconocida como Patrona de la Ciudad, los vitorianos la consideraban como si lo fuera y la honraban y celebraban con funciones y festejos. El Ayuntamiento de la ciudad no se determinó por un reconocimiento explícito cuando todos los ciudadanos asumían de hecho el patronato de la Blanca hasta que un hecho fortuito impulsó a la Corporación municipal a adoptar una resolución oficial.

Un real decreto del Gobierno de la nación por el que se señalaban las funciones religiosas que podrían sufragar los Ayuntamientos, del 14 de mayo de 1822, llevó al de Vitoria a recordar el día 31 de julio del mismo año el cumplimiento de dicho decreto. Y, al propio tiempo “Señala por Patrona de la Ciudad a Nuestra Señora de las Nieves, que es el día 5 del próximo mes”.

Ese año, el Ayuntamiento de la ciudad traslada al entonces Papa Pío VII la solicitud para que la Virgen Blanca fuera declarada oficialmente patrona de Vitoria.

No obstante, aún no había sido declarado por la Iglesia el Patronato canónico. Fue el año 1884, coincidiendo con el traslado de las fiestas oficiales de la ciudad al día 5 de agosto, festividad de Nuestra Señora de las Nieves o de la Blanca, cuanto el Ayuntamiento, por primera vez, se dirigió al Sr. Obispo de la Diócesis para que instruyera el expediente necesario en solicitud de que fuera declarada Patrona de Vitoria Nuestra Señora de la Blanca.

Sin haberse llegado a una resolución, de nuevo insistió el Ayuntamiento en su petición el año 1891, habiendo sido preciso insistir, esta vez con resultado positivo, en los últimos días de diciembre de 1920. En su consecuencia, con fecha 10 de abril del siguiente año, 1921, la Santa Sede expedía un Rescripto por el que Su Santidad Benedicto XV declaraba y constituía “a la Bienaventurada Virgen María bajo la advocación de las Nieves (o de la Blanca) Patrona principal de la Ciudad de Vitoria”.

LA CORONACIÓN DE LA VIRGEN BLANCA

A partir del momento de declaración de su patronazgo, la devoción a la Virgen Blanca experimentó un  crecimiento notable. Y, no considerándose los vitorianos suficientemente satisfechos teniendo en cuenta esta creciente devoción, creyeron llegado el momento de un mayor tributo a su Patrona, instando a Su Santidad del Papa Pío XII a que, además, concediera la gracia de la coronación canónica como Reina y Señora de Vitoria. Petición que fue favorablemente despachada con fecha 30 de diciembre de 1953.

Desde el 19 de marzo de 1954, en que se efectuó la apertura oficial de los actos conmemorativos de la coronación, se fue preparando este memorable acontecimiento con el desarrollo de un amplio y variado programa, tanto de índole religioso como profano.

El proceso culminó en el esplendoroso, por todos los conceptos, domingo 17 de octubre, en cuyo mediodía, al pie de la Casa de la Ciudad, con la solemnidad requerida por la ocasión, la concurrencia de altas personalidades y la masiva asistencia de los vitorianos de la capital y del término municipal, el nuncio apostólico de Su Santidad, monseñor Antoniutti, por delegación expresa del Sumo Pontífice, acompañado del obispo de la Diócesis, Monseñor Bueno Monreal, procedió a colocar sobre las sienes de la imagen de la Virgen Blanca y del Niño las coronas de oro y pedrería confeccionadas con las joyas donadas por los vitorianos.

HIMNO A LA VIRGEN BLANCA

Virgen Blanca manantial, eres de hermosura,
puro y místico panal de toda dulzura.
Reina y Madre singular, que eres nuestra gloria,
con un júbilo sin par, te aclama Vitoria.

Virgen Santa míranos, misericordiosa;
Madre nuestra escúchanos óyenos piadosa.

Virgen Blanca manantial, eres de hermosura,
puro y místico panal de toda dulzura.
Reina y Madre singular, que eres nuestra gloria,
con un júbilo sin par, te aclama Vitoria.

Pura y cándida paloma, a tu nido quiero ir,
bajo el ala de tu mano, gustar tu aroma, gozar tu encanto.

Sálvanos Reina y Señora, Virgen Blanca ayúdanos;
ve a tu pueblo que te implora, y en toda hora, defiéndenos.

Eres Madre por la gracia, que Jesús nos devolvió
derramando en el Calvario toda su sangre de Redentor.

Queremos siempre servirte
con sincera devoción
¡no permitas que te ofendan
estos tus hijos, Madre de amor!

Música: Luis Aramburu (1905-1999)
Letra: Venancio del Val (1911-2004)

LOS BLUSAS ‘CANTAN’ A LA VIRGEN BLANCA

El día de la patrona –5 de agosto– todos se acuerdan de llevarle flores a la hornacina de San Miguel, le vitorean, le bailan el aurresku, le echan piropos, le rezan… y algunos, como la Cuadrilla de Los Desiguales, hasta le dedican una oración:

Hermosa Virgen Blanca
ya nos tienes aquí,
tus hijos Desiguales
se postran ante ti.

Todos te veneramos,
eres nuestro pendón;
es defenderte siempre
nuestro mayor tesón.

Aúpa Los Desiguales,
con alegría y devoción,
venimos a pedirte
que nos propicies tu bendición.

Que ruegues por Vitora
venimos a pedir,
y que unas buenas fiestas
vayamos a vivir.

Luego al final vendremos
de nuevo ante tu altar
y todos rezaremos
y te honraremos más.